Devocional: Lo viejo queda atrás (copia)

Romanos 8:28 nos garantiza que todo, absolutamente todo lo que sucede en nuestras vidas y en este planeta, será usado para el bien de los que lo aman. Cuando empezó la pandemia del Coronavirus a finales del 2019 ninguno podíamos realmente concebir cómo lo usaría Dios para bien. Sin embargo algo sucede cuando estamos encerrados con nosotros mismos: el planeta entero pasó de estar muy ocupado a estar encerrado consigo mismo: los que llenaban su vacío con amistades ya no podían, los que tendían a salir de fiesta estaban a solas en casa e incluso muchos de los que se distraían con sus trabajos, de repente se encontraron con mucho tiempo libre. Dios usó algo horrible para que al ser humano tuviese que parar y hacerse preguntas difíciles. Y a raiz de estas preguntas, Dios comenzó a hacer algo nuevo.

En Isaías 43:18-19 dice: "No recuerden las cosas anteriores ni consideren las cosas del pasado. Yo hago algo nuevo, ahora acontece; ¿No lo perciben? Aun en los desiertos haré camino y ríos en los lugares desolados". Este pasaje nos presenta una invitación: a poner a un lado lo que pasó y lo que hizo Dios en un pasado y a levantar nuestra vista a lo que está por venir. En Mateo 17:20 Jesús le dijo a sus discípulos "en verdad les digo que si tienen fe como un grano de mostaza, dirán a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada les será imposible".

Levanta tu vista a lo que está por venir y visualízalo en tu imaginación. Esa expectativa de lo que Dios puede hacer, podrá ser transformado en un granito de mostaza, y con ese granito, nada es imposible.

Preguntas de reflexión

  • ¿Hay algo del pasado a lo que estás aferrado que te frena de entrar a lo nuevo que Dios tiene?

  • ¿Cuál crees que es la diferencia entre recordar la fidelidad de Dios y meditar en lo que él ha hecho y estar aferrado al pasado?

  • Piensa en lo que crees que Dios está queriendo hacer en el futuro próximo y alábale hoy como si ya lo estuviese haciendo.

¿Vino o langostas?

joan-mm-EHuyA_oUCok-unsplash.jpg

Llevo varias semanas estudiando los profetas mayores. El rol y el llamado de estos profetas era hablar de parte de Dios, en el periodo justo antes de que el pueblo fuese llevado en cautiverio, y durante este mismo cautiverio. Su trabajo era por un lado ser una voz de aviso y de explicación del juicio venidero, y por otro lado, ser una voz de consuelo en uno de los momentos más oscuros de la historia de Israel.

Una de las cosas que más me llamó la atención de sus vidas, fue la soledad en la que vivieron su fe y su llamado. De hecho, cuando leemos acerca de la vida de Daniel, él fue llevado a Babilonia junto con un gran grupo de muchachos Israelitas. Sin embargo, en el primer capítulo de Daniel, cuando el encargado de los eunucos le lleva su comida gourmet con la copita del vino del rey, solo él y otros tres chicos, decidieron no contaminarse con la comida real. De todos los cautivos ¡Solo cuatro caminaron en su convicción! Y no digamos nada de Jeremías, rechazado por su misma familia por tener un mensaje negativo y hasta el día de hoy conocido como “el profeta llorón”.

A mí en lo personal, me encantaría ser como Ezequiel y tener todas esas visiones locas o vivir como Isaías y ser el “responsable” de anunciar la venida de Juan el bautista, el lugar de nacimiento del Mesías o la crucifixión. Sin embargo, la verdad es que a la mayoría de nosotros, al leer las historias de estos personajes bíblicos, deseamos sus ministerios pero no sus vidas. ¿Preparar el camino para la venida de Jesús? ¡heme aquí! ¿vivir en el desierto y comer langostas? Um…no gracias.

Sin embargo, hay una similitud que compartimos con los profetas mayores - queramos o no. Estos vivieron en las vísperas del cautiverio a Babilonia o en Babilonia misma. Y ¿sabes cuál era el lema de Babilonia? Según Isaías 47:8, su lema era “Yo y nadie más”. ¿Te es familiar? Este lema toca a la puerta de mi corazón a diario: “, te mereces un descanso Jaz”, me dice Babilonia. “¿Necesitan ayuda para servir el domingo?…que vaya otro, siempre voy yo”, susurra a mi oído. El mundo en el que vivimos, es una Babilonia moderna, que al igual que la antigua, sigue necesitando mensajeros, que brillen en medio de la oscuridad y llamen a otros hacia la libertad.

Así que, ¿habrá soledad para aquellos que decidamos vivir en contra de la corriente de Babilonia? Te lo aseguro. Los no creyentes no te entenderán y es posible, que los creyentes te tachen por ser “demasiado apasionado”, sin embargo la recompensa por ser “una voz que clama” es incomparable. Aquí en este lado de la eternidad, te aseguro que tendrás recompensas, no todos los días, pero de vez en cuando, Dios te dejará experimentar destellos del cielo al igual que lo hizo con Ezequiel. Pero aún más allá de este lado de la eternidad, tendrás recompensas eternas que harán que esas langostas que comiste en el desierto merezcan la pena.

Manchas en el vestido 

joel-overbeck-S0IcOmOIfqs-unsplash.jpg

Una vez escuché de una chica cuyo vestido de novia se rajó unos minutos antes de comenzar la boda. Varios amigos míos asistieron a la boda y me contaron entre risas, cómo sucedió: Todos estaban sentados esperando la entrada triunfal de la novia, todos, incluyendo el novio que estaba nervioso y ansioso. De repente la madre de la novia se acercó corriendo a la madre del novio y le susurró algo al oído. Ella mostró pánico en su rostro y fue corriendo a otra mujer que estaba sentada esperando el comienzo de la ceremonia. Cuando llegó a ella, también le susurró algo al oído y rápidamente las tres mujeres salieron corriendo. Todos se quedaron confundidos, esperando sin saber qué sucedía. Mientras tanto, las tres mujeres estaban evaluando la solución: una raja en el vestido de novia. Una de ellas tenía un kit de costura y rápidamente se pusieron manos a la obra para arreglar la situación. Gracias a sus manos de sastre y talento, el problema no fue grave y se recuerda como una anécdota divertida en la mente de los novios. Sin embargo, a mí me hizo pensar en el día de la boda De la Iglesia con el cordero. 

La Palabra dice que nos presentaremos sin mancha ni arruga. Quizás si eres un hombre leyendo esto, te cueste un poco más imaginártelo, pero como mujer, yo me acuerdo del día de mi boda y si hubiese tenido una mancha o, como en el caso de la chica mencionada, una raja, hubiese querido que alguien me lo dijese y que alguien viniese a arreglarlo o lavarlo de inmediato. Al fin y al cabo: era uno de los días más importantes de mi vida. Sin embargo, a la mayoría de nosotros, no nos gusta que nos digan que tenemos “manchas” aunque todos los tenemos. Todos tenemos puntos ciegos y bagaje de nuestro pasado que “ensucia” un poco el vestido. La pregunta que ronda en mi cabeza es: si realmente creyésemos que nos vamos a presentar en una boda delante de Jesús, ¿cómo reaccionaríamos a la corrección del hombre?. Si soy totalmente sincera, algo en mí se pone a la defensiva cuando otros me dicen que hago algo mal. Soy consciente de que hay maneras de decir las cosas y que muchos corrigen sin amor, el punto de este artículo no es cómo corregir o cómo amarnos mejor (obviamente tenemos mucho que aprender en este departamento), sino cuánto deseamos genuinamente quitar esas manchas y arrugas de nuestro vestido. 

Un tiempo atrás, me contactó alguien que sentía que Dios le estaba llamando a estar en ministerio a tiempo completo. Había caído en una adicción sexual un tiempo atrás y aunque llevaba años caminando en libertad, quería asegurarse de que ese problema que había tenido estaba sacado de raíz antes de comenzar a servir a Dios de una manera más pública. Es por ello que estaba buscando a un consejero o sicólogo cristiano que pudiese asesorarle y me contactó para que yo le recomendase a alguien. Aunque era una conversación corta y superficial, me impresionó inmensamente. ¡Alguien quería sacar las manchas de vestido sin importar lo que otros pensasen de él! 

Tenemos tanto miedo a que otros vean nuestra imperfección, cuando en realidad nuestra pasión debería de ser que sí lo viesen, para así poder limpiar esas manchas que tenemos en el vestido. Uno de mis sueños es ver a una iglesia global vulnerable, llena de líderes que tienen a gente en su vida para “limpiar esas manchas” y llena de personas que no caminan con máscaras, sino que pueden descansar en su imperfección. Sabiendo que ninguno somos perfectos, sino que todos estamos en este proceso de “coser las rajas en el vestido” antes de presentarnos delante del amado. ¿Y tú? ¿Tienes a gente en tu vida que pueda corregirte con amor? ¿Eres libre para caminar sin una máscara? Recuerda que la meta de esta vida no es que la gente piense que eres perfecto, sino que todo en esta vida, se trata de la que viene.

Vivir sin un plan B

image.jpg

Hace unos meses Chisco y yo hicimos el Camino De Santiago junto con un grupo de amigos. El Camino De Santiago es una ruta de peregrinación cristiana de origen medieval que se encuentra en el norte de España. Obviamente, nosotros no estábamos caminando a modo de peregrinación, sino por salir de la ciudad, hacer deporte y estar con amigos. Es por ello que no teníamos la obligación moral de hacer el camino desde el comienzo, sino que comenzamos solo 120km antes de llegar a la ciudad De Santiago. Nuestro plan era partir desde la frontera de Portugal y llegar hasta la ciudad al sexto día. Si soy sincera, no entrené ni me preparé físicamente para realizar el camino, sino que me lancé a la aventura asumiendo que mi cuerpo podría con ello. Aunque éramos varias familias caminando juntos, simplemente por la velocidad y la zanjada, varios días acabé caminando al lado de mi amigo Manny. Los primeros cuatro días, daba igual lo que sentían nuestros músculos, sabíamos que teníamos que llegar a la meta establecida para ese día. Había momentos que nos dolían las rodillas o la espalda, pero seguíamos para adelante sin considerar parar. Parar simplemente no era una opción y por lo tanto, lo que sintiese el cuerpo “no era importante”. El quinto día sin embargo, sucedió algo muy interesante: llegó la madre de Manny en coche para llevar las mochilas de todos de albergue en albergue, y así acabar el último día en Santiago y llevar a Manny a casa en coche. Lo interesante de esto es que, durante los últimos dos días del camino, el simple hecho de saber que en el peor de los casos, alguien podría venir a recogernos en coche, nos hizo mas conscientes de nuestros dolores y lesiones. Las rodillas me dolían más que nunca y había una pequeña voz interna que me decía: “si llueve mucho, siempre te pueden venir a recoger”. 

Toda esta experiencia me recordó a algo que escuché hace unos años. No recuerdo si era una entrevista a Reinhard Bonnke o a Billy Graham (no se exactamente…pero se que era a uno de estos “grandes” en la fe), en la que le preguntaron cómo había llegado al final de sus días todavía tan enamorado de Jesús. Su respuesta fue sencilla pero real al decir: 

 - simplemente no había otra opción.

Creo que entender esto es clave. Al igual que Manny y yo que empezamos a preguntarnos si seguir caminando en cuanto teníamos la opción del coche de su madre, cuando no tenemos un plan B al seguir a Cristo, seguimos caminando. Venga lo que venga y pase lo que pase. Creo que esto era a lo que se refirió Jesús cuando le dijo a aquellos que querían seguirle que debían contar el costo. El nunca manipuló a nadie para seguirle, dijo claramente: “te va a costar todo, cuenta el costo antes”. Cuando nos damos cuenta de que nos va a costar todo, caminamos con lluvia y sin lluvia, con dolor de rodilla o sin dolor de rodilla. ¿Por qué? Porque no hay un plan B. El plan A es seguirle y el plan B también, y si viene un “coche” y nos ofrece llevarnos a otro lado, lo ignoramos, porque no es parte del plan.

El otro día pasé caminando por la calle y escuché una conversación de unas personas mayores que estaban sentados en un banco: “Esta generación” decía uno de ellos “no sabe aguantar en un matrimonio. Claro, no se casan porque al asomo del primer problema saben que no van a aguantar y se van”. Todo en mí quería sentarse con los viejitos y unirse a la conversación. Tienen toda la razón: esta generación vive con un plan B escondido en su corazón, sin embargo, si nos determinamos a que no va a haber plan B, nuestro plan A será siempre correr a los brazos del Padre. Cuando pase algo que no entendemos: corremos a sus brazos, cuando nos cansamos: corremos a sus brazos y cuando “nos duelen las rodillas”, corremos a sus brazos. 

El Rey David entendió esto cuando dijo: “Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor…” (Salmo 40:1). El Rey David estaba diciendo “¡all in! cartas sobre la mesa”. No puso un 90% de su esperanza en el Señor y el otro 10% en su plan B. No había plan B, ni coche para recogerle y llevarle a otro lado. Toda su esperanza estaba en el Señor. Cuando Él es nuestro Plan A y nuestro Plan B y nuestro Plan C…toda nuestra esperanza está en él y ciertamente, él se inclinará y escuchará nuestro clamor. 

Oportunidades Para Ser Tibios

sebastian-leon-prado-31ZTktPVnl4-unsplash.jpg

Cuando llegamos a Cristo, no hace falta que nos expliquen que debemos apasionarnos por Jesús. Nadie nos dice que ya no debemos ser fríos, sino que debemos ser calientes. No hace falta que nos digan estas cosas porque la simple revelación de que un Dios santo, nos amó a nosotros, pecadores sucios, es suficiente para apasionarnos locamente de Él. De repente, nos encontramos cantando canciones en las cuales declaramos nuestro amor eterno a un Dios invisible, empezamos a servir sea donde sea y como sea, sin importar el día de la semana, la hora o cualquier compromiso previo que tuviésemos. De pronto nuestra vida se resume en una palabra: Cristo. Su persona nos consume y todo nuestro horario y nuestras decisiones comienzan a girar al rededor de él y del avance de su reino. Lo que sentimos en ese momento, es que nada ni nadie nos podrá apagar. 

¿Qué sucede entre el momento en el que estamos apasionados y el momento en el que estamos tibios? Es sencillo: vivimos en un mundo roto, y por mucho que queramos huir de esa realidad, con poco tiempo en nuestro camino de fe, seremos recordados de esta verdad. La vida que vivimos en este planeta, nos ofrecerá oportunidad tras oportunidad de dejar enfriar nuestra fe. Estas oportunidades, son oportunidades de ser tibios, y no se presentan de manera descarada, sino que suelen ser muy sutiles. La inmensa mayoría de las veces, aquellos que aceptan estas oportunidades, ni siquiera se dan cuenta de que lo están haciendo. ¿Cómo sucede entonces? Puede que estuviesen agarrados a una promesa de Dios que no se cumpliese, quizás intentaron dejar una adicción y no lo consiguieron tan rápidamente como pensaron, o quizás pasó algo a lo largo de su caminar que no quisieron perdonar. Fuera lo que fuera, abrazaron la oportunidad. La oportunidad de dejar enfriar su fe y abrazar la tibieza. La oportunidad de conformarse. Desafortunadamente, nuestras iglesias están llenas de estas personas, aquellos que una vez ardieron, pero que ahora simplemente asisten. Puede que todavía levanten las manos en la alabanza y quizás, incluso sirven de alguna manera u otra, pero la llama que una vez ardía ya no arde. Hace unos meses, estuve hablando con alguien así. Un amigo que había intentado dejar una adicción, no lo había conseguido y aunque seguía asistiendo a todas las reuniones correctas e incluso haciendo su devocional, la pasión que originalmente tenía ya no estaba. Al poco tiempo, me di cuenta que al igual que a él, la vida también me estaba ofreciendo esta oportunidad de ser tibia. Tuve una pequeña desilusión: algo por lo que había orado, no se cumplió y el conformarme estaba tocando a mi puerta. Fue en ese momento que tuve que tomar una decisión: abro esa puerta o ante la dificultad, escojo ser un verdadero discípulo que decide arder, pase lo que pase y venga lo que venga.

Jesús nos dejó muy claro que la puerta sería estrecha y que prefería que estuviésemos fríos o calientes antes que tibios (Apo. 3:16)  Así que, ¿qué hacemos para no abrazar la oportunidad de ser tibios? En mi opinión, no requiere una obsesión o un temor con el tema, sino un simple análisis. Al igual que los coches deben ir al taller una vez al año para su cambio de aceite, nosotros también debemos parar el motor de vez en cuando y analizar, delante del Padre, el tamaño de nuestra llama. Preguntarnos si en algún momento hemos dejado de ser verdaderos discípulos, por ser simples cristianos. 

Si te sientes identificado o sabes que la oportunidad de ser tibio está delante de ti, aquí van algunas preguntas que puede que te sirvan para analizar y responder: 

  • ¿Te has desilusionado con algo en tu caminar con Dios? 

  • ¿Hay alguien a quien no quieras perdonar? En caso de que hayas perdonado ¿puedes estar delante de esa persona feliz? ¿Puedes desearles lo mejor o hay una parte de ti que quiere que las cosas le vayan mal? 

  • ¿Hay algo por lo que orabas que ya no oras porque no tienes fe de que se cumpla?

  • ¿Te has resignado a simplemente ir a la iglesia por frustración con tu propio crecimiento? 

  • ¿Te has dado por vencido con una adicción o tentación? 

SEAMOS VASOS DE PLÁSTICO

ross-varrette-ACrTnL4mDL4-unsplash.jpg

Cuando damos nuestra vida a Cristo en respuesta a como él dio su vida por nosotros, una de nuestras primeras reacciones es “¿qué puedo hacer?”. Empezamos a pensar en cómo podemos servir en nuestras iglesias locales y cómo podemos ayudar en misiones. Comenzamos a dar de nuestro tiempo, energía y finanzas, porque queremos responder a ese amor por nosotros, y a causa de que él nos llama a ser parte de algo más grande que nuestras pequeñas vidas. ¿Recuerdas la primera vez que hiciste algo para Dios? Ese sentimiento de que Dios te usó para algo…¡es un sentimiento increíble!  El problema está cuando empezamos a comparar lo que hacemos para Jesús con lo que hacen otros. Puede que pienses: poner sillas para Dios es algo demasiado pequeño, veo que mi hermano/a tiene un grupo de hogar … eso es más grande y más importante para el Reino … ojalá yo pudiese hacer eso. Cuando nos comparamos, perdemos el enfoque del porqué hacemos lo que hacemos. Y lo peor es que perdemos el enfoque de para quién lo hacemos. 

Hace unos años estaba tirada en la cama una mañana, en el punto de semi-despierta/semi-dormida, pensando “Señor, hace tiempo que no hago algo grande para ti…no he escrito una nueva canción revolucionaria, ni he predicado a masas…aquí me tienes, ¡úsame!”. Fue entonces que vino un pensamiento a mi mente (suelo reconocer la voz de Dios cuando el pensamiento es más inteligente de lo que yo misma pensaría). Escuché que Dios me preguntó: 

- ¿cada cuanto quieres que te use?

- Todos los días - respondí yo.

- ¿Cada cuánto se utiliza una copa de vino o vaso de champán? 

- Pues en ocasiones especiales - pensé yo. 

Fue entonces que caí en cuenta, sí está bien querer hacer algo grande para Dios, de hecho él nos llama a santificarnos para poder ser usados como vasos de honra (2 Tim. 2:20-21). Sin embargo, yo no quiero ser un vaso o una copa que está en la estantería todo el año, esperando a que llegue la fecha especial en la que puede ser usada. Quiero estar disponible para él, de manera diaria. Supongo que lo que quiero decir es … quiero ser un vaso de plástico. Hay tantas oportunidades para servirlo de manera diaria, con cosas pequeñas que uno puede sentir que son insignificantes. Al fin y al cabo, la única manera de “hacer algo grande”, es siendo fiel con lo poco.

Nunca debemos olvidar que, algún día nos presentaremos delante de él con una corona para arrojar a sus pies. No se tú, pero yo quiero una gran corona para arrojar delante de él y para ello…seré un vaso de plástico. 

¿Qué significa honrar a nuestros padres?

Hace poco alguien me preguntó si Dios nos podía hablar a través de nuestros padres; aunque mi respuesta automática fue un “si”, algo en mí sintió un temor a dar una respuesta tan “blanco y negro”. ¿Porqué? Porque cuanto más viajo y más historias escucho, más me doy cuenta de la necesidad que tenemos de escuchar la voz del Espíritu Santo, para así saber cómo aplicar algunas verdades Bíblicas a situaciones que no son blanco y negro. Hace poco estaba escuchando a un predicador joven compartir acerca de la cantidad de chicos, que se acercan a él después de compartir, para confesar su problema con la pornografía. Mientras él compartía esto, yo pensaba dentro de mí: “a ti te comparten su problema de pornografía por ser hombre, a mí me comparten su violación o abuso sexual por ser mujer”. Es aterrador la cantidad de chicas que han sido manoseadas o violadas por padres o padrastros, los números son incontables...incluso dentro de la iglesia. Entonces, ¿puede Dios usar a un padre abusador para hablarte? No hace falta ser un experto teólogo para saber que la respuesta sigue siendo sí. No porque todos los padres del mundo sean profetas ungidos, sino porque Dios puede hacer lo que sea y hablar a través de quien sea. Si leemos la Palabra, y nos fijamos en cada ocasión en la que Dios se comunicó con la humanidad, encontraremos que ciertamente, usó a profetas, y a grandes hombres y mujeres que tenían relaciones íntimas y estrechas con Él. Sin embargo, también usó a Saul cuando este estaba lejos del corazón del Padre y, seamos sinceros, también usó a un burro.

Poniendo a un lado el hecho de que Dios puede usar a quien quiera, es importante recordar que tengas padres increíbles o no, todos tenemos el mismo mandato. Dios nos dio una orden clara acerca de cuál debería de ser el trato hacia nuestros padres. De hecho, en la lista de los diez mandamientos, el único mandamiento que viene con una recompensa, es el de honrar a nuestros padres, recibiendo como recompensa el tener larga vida. Quizás Dios prometió una recompensa porque sabía que para algunos, esto sería más difícil que para otros. Sea por la razón que sea: en este mandamiento vemos el deseo del corazón del Padre, y es que honremos a nuestros padres terrenales, hasta “que la muerte nos separe”. ¿Cómo lo hacemos? Creo que podría escribir un libro entero acerca de este tema, pero por ahorrar tiempo y espacio, resumámoslo en tres puntos que puedes aplicar, vengas de la familia que vengas.

1.    Recibe el amor que necesitas de tu Padre celestial.

a.     Anhelar que el amor, la aceptación y el orgullo de un padre terrenal, satisfaga tus necesidades emocionales, te va a dejar con un vacío y una gran frustración. Antes de honrar a tus padres, buenos o malos, necesitas llenarte de la fuente inagotable del amor de nuestro Papá celestial.

2.    Perdónalos y acéptalos tal como son.

a.     Ya sea que hayan hecho algo horrible o que simplemente fallen de vez en cuando - ya que no son y nunca serán perfectos -, extiende perdón hacia ellos.

b.    Mientras los perdonas, acéptalos. Esto no significa que te resignes a que nunca se van a convertir (si es que son inconversos), o que tengas que creer que Dios nunca va a obrar en ellos. Tampoco estoy diciendo que no ores por ellos. Lo que sí quiero decir, es que si vives deseando constantemente que sean personas diferentes, no vas a poder honrarlos por quienes son hoy. Dios no dijo “honra a tu padre y a tu madre si es que se lo merecen y son buenos padres”, simplemente dijo: “honra a tu padre y a tu madre”. Tal como son ahora mismo. Así que, piensa en sus puntos fuertes, en su personalidad, en su sentido de humor e incluso en sus flaquezas, y acepta que eso es quienes son.

3.    Cubre sus fallos, expón sus virtudes y valora sus opiniones.

a.     Cubrir a tus padres no significa encubrir pecado, ni tampoco mantener en secreto los actos de un padre abusador (ya sea abuso verbal, emocional o sexual). POR FAVOR: si estás recibiendo abuso ¡habla con alguien!

b.    Lo que quiero decir con cubrir, es que no anuncies sus fallos. Seas un adolescente frustrado porque tu padre te quitó el teléfono por no aprobar un examen, o seas un adulto mirando hacia atrás y viendo como lo podrían haber hecho mejor, no hables de más acerca de los fallos de tus padres. Habla de sus virtudes, de las cosas buenas que heredaste y de lo que te gusta de ellos. 

En mi caso, heredé creatividad y enfoque. Siempre estoy pensando en qué cosas nuevas puedo hacer, y no tengo miedo de lanzarme a un proyecto nuevo. Al igual que mi padre, mi mirada está siempre hacia el futuro, emocionada por el qué está por venir y cómo lo vamos a llevar a cabo. De mi madre heredé un amor y fascinación por las personas y una hospitalidad nata. Mi madre puede pasar horas y horas con la gente, puede salir de una reunión con cientos de personas, ir directa al hospital para sujetarle la mano a alguien y llegar a casa tarde para preparar una cena para quince, sin ningún sentimiento de cansancio ni frustración. Aunque heredé hospitalidad...¡todavía no le llego ni a los talones!

c.     Valora sus opiniones ¿significa que tienes que seguir cada consejo?  No, pero si puedes escuchar con una buena actitud y darles las gracias por darte su consejo.

¿Porqué nos mandó Dios que honrásemos a nuestros Padres? Porque Dios es un Dios que ama la familia. Él mismo escogió revelarse a nosotros como Padre, a través de un hijo y adoptándonos a una increíble y eterna familia.

 

El “no-tan-obvio” mal olor

guilherme-stecanella-703797-unsplash 2.jpg

Hace unos meses mi esposo y yo viajamos a Estados Unidos donde estuvimos sirviendo varios meses a un ministerio juvenil. Dios no solo nos proveyó milagrosamente para el viaje sino que además alguien nos prestó una casita solo para nosotros y un coche para poder movernos durante nuestra estadía. Aunque nos gustaba nuestra casita, la mayoría de las semanas no dormíamos allí, sino que nos hospedábamos de lunes a viernes en un campamento con niños o adolescentes y regresábamos a la casa para descansar durante el fin de semana. 

En una ocasión, tras estar toda la semana fuera sirviendo, llegamos a la casa y nos encontramos con una sorpresa…¡la casa entera apestaba! No sabíamos de donde provenía el olor pero rápidamente nos pusimos a intentar solucionar el problema. Abrimos todas las ventanas, revisamos las tuberías del baño y miramos en la basura de la cocina pero no encontrábamos de donde venía el mal olor. ¿Nuestra solución? salir a comprar velas. Compramos varias velas y un spray ambientador seguros de que esto resolvería el problema. Pero tras varias horas de tener las ventanas abiertas y las velas prendidas, el olor seguía igual de fuerte. Cuando llegó la hora de dormir, simplemente no podíamos en el cuarto, ¡el olor era demasiado fuerte! Así que movimos todas nuestras cosas al cuarto de al lado…pues aunque el olor seguía llegando hasta allí, por lo menos era lo suficientemente sutil para poder dormir. Dormimos  varias noches en el otro cuarto con la esperanza de que a la mañana siguiente olería un poquito menos, pero desafortunadamente no era así, la casa - y especialmente el cuarto - seguían apestando. La verdad es que nos daba vergüenza llamar al dueño de la casa - al fin y al cabo nos lo había prestado de manera gratuita y no queríamos ser un incordio - pero no sabíamos qué más hacer. Tras una rápida llamada llegó Kurt - ¡nuestra salvación! y lo que sucedió después fue increíble. Kurt abrió la puerta de la casa, levantó la nariz hacia el cielo y dijo “ay Españoles…no saben nada”, su nariz lo llevó directo al cuarto donde se agachó para mirar debajo de un mueble y extendió la mano sacando de debajo del mueble ¡una pequeña trampa con un ratón muerto!

Nosotros estuvimos días buscando la procedencia del mal olor sin ningún éxito, pero Kurt lo encontró en menos de dos minutos ¿por qué? Porque él sabía lo que estaba buscando y por lo tanto, para él el olor tenía una procedencia obvia.

Esto me llevó a pensar en la amargura y la falta del perdón. A lo largo de los años he conocido a tanta gente que verdaderamente quiere crecer en su relación con Dios pero no sabe que es lo que les frena de poder ser libres. Por mucho que lo intenten no encuentran de donde viene “el mal olor” y por mucho que pongan velas y compren ambientadores, el olor sigue allí. Y aunque a ellos les cueste verlo, para otros la procedencia del mal olor suele ser obvio. Simplemente necesitan perdonar.

Kurt llegó y tiró el ratón muerto al basurero de la calle e instantáneamente se fue el mal olor. El perdón es igual. Puede que no sea fácil pero en cuanto uno perdona, ese “mal olor” - esa cosa que te frena de ser libre - se va y lo que antes podía ser obvio para los que te rodeaban de repente ya no está. Así que, si tú te encuentras luchando con algo que te frena de ser totalmente libre, pregúntale a Dios si quizás no sea el que simplemente tienes que perdonar. Quizás al principio no sea fácil, pero créeme: merecerá la pena vivir sin ese “mal olor”. 

Un nuevo nombre para Dios

juliane-liebermann-542688-unsplash.jpg

A lo largo del Antiguo Testamento tenemos múltiples historias en las que Dios hacía algo para el pueblo de Israel para enseñarles quien era Él. Dios hacía algo y ellos aprendían “este es nuestro Dios…el que hace tal cosa”. Por ejemplo: en Éxodo 17 Dios les ayudó a ganar una batalla y por consiguiente el pueblo aprendió que Dios era “Jehová Nissi” (nuestra bandera) y en el desierto cuando Dios les prometió que podrían caminar sin que sus pies se quemaran recibieron la revelación de que él era Jehová Rafa (el sanador). Después de que Dios les revelaba algo de su carácter, ellos pasaban de tener una imagen un tanto limitada de Dios a tener una imagen aunque sea un poquito más grande y podían por lo tanto acercarse a él con esta nueva visión de quien era él.

Creo que esto nos pasa a muchos de nosotros: quizás aprendamos que Dios es el proveedor porque hemos visto como ha provisto pero cuando nos enfrentamos a otra situación, una enfermedad por ejemplo – aunque puede que hayamos escuchado que él es el sanador – al no haberlo experimentado de primera mano empezamos a dudar. Pues bien, estos últimos meses Dios me ha enseñado de primera mano que uno de los nombres que había escuchado de él es real.

Todo empezó hace seis meses cuando llegó una chica Venezolana a la iglesia con su hermano de dieciséis años, nos contó que había huido de Venezuela como muchos otros Venezolanos y que había encontrado un sitio donde quedarse pero que en dicho sitio su hermano no podría quedarse. Mi marido y yo oramos y decidimos meterlo en nuestra casa mientras la hermana encontraba trabajo y rehacía su vida. Resumiendo una larguísima historia, a las pocas semanas, la chica nos llamó de camino al aeropuerto informándonos de que regresaba a Venezuela. Para los que no lo sepan: mi marido y yo estamos en fase de recién casados, queremos servir a Dios y anhelamos hacer lo que él quiera que hagamos pero si somos sinceros nunca nos imaginábamos que eso sería ser padres de un adolescente a los tres meses de casados. Con la noticia de la partida de la hermana los dos oramos seriamente: ¿Qué hacemos con este chico? No es mal chico pero por un lado no es creyente y nosotros no estamos en casa todo el tiempo para poder estar atentos de él y por otro lado lo que él necesita es una familia que esté en casa cuando él llegue de la escuela y le ayude con los deberes. Después de orar, mi marido sintió fuertemente que debíamos tenerle cinco meses y ayudar a integrarlo en la sociedad. Así que eso hicimos: encontramos una escuela, compramos el uniforme y los libros, le apuntamos a clases de inglés, intentamos ayudarle con matemáticas (fracasamos en este intento)…de noche a la mañana nuestra vida cambió y lo hicimos con gozo porque sabíamos que Dios había hablado. Como os podéis imaginar, además de hacerlo por obediencia, poco a poco nos empezamos a enamorar de este chico: venía de un contexto en el que nunca había tenido que estudiar, nunca había tenido que obedecer reglas y nunca había tenido que limpiar. Decir que nos sorprendió lo rápido que se adaptó no describe realmente lo que sentimos ¡este chico era (y es) excepcional! A pesar de estar varios cursos escolares por detrás del nivel escolar en España, ha puesto todo su empeño en intentar adelantar y avanzar.

El problema llegó cuando pasaban los meses y no encontrábamos familia para Él. Sabíamos que Dios nos había dicho que lo cuidásemos cinco meses, sin embargo pasaban los meses y la hermana no regresaba. Preguntamos a varias familias de la iglesia – de hecho llamamos a muchos pastores por todo el país en busca de una familia – pero nadie podía acogerlo. En España hay muchas leyes para proteger a niños menores de edad y si el gobierno oye de que tienes a un niño que no es tuyo pueden denunciarte y quitarte el niño de una manera bastante violenta y aunque nosotros sabíamos que esto no nos iba a pasar (porque teníamos una palabra clara del Señor), nadie más sentía de Dios tomar este paso arriesgado. Después de cuatro meses y medio empecé a hacer lo que nunca había imaginado: empecé a llamar a casas de acogida y orfanatos. Con cada llamada tenía el corazón en el pecho, era lo último que queríamos hacer y no tenía nada de sentido ¿porqué protegería Dios a un chico de una manera tan sobrenatural para luego dejarlo en un orfanato? Cuando ya habíamos perdido toda la esperanza pasó lo inesperado: una familia vino a hablar con nosotros. Nos dijeron que habían estado orando por este chico y con lágrimas en los ojos, nos dijeron que querían ayudar. La única condición que pusieron es que querían que el gobierno lo supiese y que tenerlo en su casa fuese totalmente legal. ¡Wow! No podíamos creer que alguien quisiese acogerlo de manera permanente y aunque estábamos increíblemente agradecidos, la realidad es que yo ya había hablado con múltiples instituciones y ONG’s y todos me habían dicho lo mismo: – en cuanto sepan que no eres familiar y que no tienes custodia te lo van a quitar. No obstante era la única opción que teníamos, así que llamé a servicios sociales y pedí cita para hablar con un educador social y así “confesar nuestro gran pecado”.

Llegó el día de la cita – el chico ya llevaba cuatro meses y tres semanas en casa y en una semana más mi marido y yo salíamos de viaje y no podíamos dejarlo en casa aunque quisiésemos, así que me preparé para salir para mi reunión con servicios sociales y antes de salir me senté para leer la Biblia. Llevo varios meses siguiendo un plan de estudio bíblico y ese día me tocaba leer el Salmo 68. Lo abrí y leí la frase “Padre de huérfanos…hace habitar en familia a los desamparados” y pensé “Señor, quiero creer que esto es verdad…ayúdame a creer que esto es verdad”. Salí de mi casa repitiéndome estas palabras con más incredulidad en mi mente que fe – Dios le había revelado esto a otros, ¿será que también podía revelármelo a mí?. Llegué al centro de servicios sociales y me senté en la oficina con la encargada de menores: le conté todo sin dejar ni un solo detalle fuera y le dije “tenemos unos amigos de la iglesia que quieren acogerlo y asumir toda la responsabilidad”, ella me miró y me preguntó: “¿qué iglesia”. Aquí en España mucha gente piensa que si no eres católico estás en una secta peligrosa y el admitir que no era una iglesia católica en mi mente era un riesgo aún mayor, pero decidí ser honesta así que le dije la verdad y le conté a que iglesia asistíamos, muy para mi sorpresa ella me dijo: “mi mejor amiga se casó con un pastor y viven en Estados Unidos, lleva años intentando convencerme de que vaya a esta iglesia tuya”. Me dio una gran sonrisa y me dijo que este chico había tenido muchísima suerte de encontrar no solo una familia que le ayudase sino dos! y que ella iba a hacer todo lo posible para que no nos lo quitasen y que además nos diesen todos los permisos para que la otra familia lo tuviese. ¡No me lo podía creer! Había escuchado y había leído que Dios era el Padre de los huérfanos, que ponía a los solitarios en familias pero no lo había visto de primera mano. Ahora, al igual que los Israelitas, tengo un nuevo nombre para Dios “el Padre de los huérfanos”. Él verdaderamente es quien dice Su palabra que es y aunque se (porque a estas alturas de la vida me conozco) que llegarán momentos en los que tenga temor y dude de otros aspectos de su carácter que no he visto de primera mano, se que él es el Padre de los huérfanos y él pone al huérfano en familias.

Lo que he aprendido de mis amigos Mau & Bri

daniela-cuevas-21225-unsplash.jpg

Ayer fue la fiesta de despedida de mis amigos – y casi hermanos – Mauricio y Brittney. Aunque siempre he sabido que llegaría el día en el que Dios les enviaría a otro país, nunca me había parado en pensar en como su ida me afectaría. Lo que es más, siempre asumí que Dios me habría enviado a mí a otro sitio antes de que se fuesen ellos. Nunca pensé que yo sería la que “me quedaría atrás”.

Conocí a Mau hace doce años cuando él todavía no conocía a Cristo (ni a su esposa Brittney), y era un simple estudiante más de los cientos que vienen a estudiar a Madrid. Tuve el gran privilegio de verle llegar a los pies de Cristo y aunque él dice que yo fui su líder de jóvenes, la verdad es que estoy totalmente segura de que yo he aprendido más de él de lo que él aprendió en su día de mí. Ahora, casi doce años más tarde, ha llegado el momento para que se vayan y hoy, conforme les estábamos despidiendo, me llené de un temor santo de olvidar todo lo que he aprendido de ellos. No podía evitar preguntarme a mí misma si al no tenerles cerca me olvidaría de lo que he visto en ellos y de lo que tanto me ha retado. Así que, quiero aprovechar esta entrada de blog para “poner sobre el papel” eso que no quiero olvidar y espero que estas palabras escritas puedan ser de bendición y reto para alguien tanto como verlo vivido ha sido para mí.

1. Si Dios dice algo, no hay que dudar, hay que caminar.

A la mayoría de las personas – y yo me incluyo – nos gustan las confirmaciones. Si Dios dice algo a nuestro corazón, queremos una palabra profética, un arcoiris en el cielo y si no puede ser una visión con ojos abiertos, por lo menos un sueño en la noche para confirmar lo que hemos sentido. Cuando Mau oye algo de Dios, no necesita confirmación, obedece y se pone a caminar.

Mau llevaba menos de unos meses de haber conocido al Señor cuando comenzó a orar y a preguntarle a Dios: “Dios ¿a quién quieres que predique? ¿dónde quieres enviarme? ¿a qué país quieres que vaya?”. Al poco tiempo Dios le habló y le confirmó que en un futuro, acabaría enviándolo a Turquía. Desde la primera vez que Dios le habló de Turquía, Mau comenzó a orar y a ahorrar. De hecho, tenía todo el dinero ahorrado y durante años estaba simplemente esperando que Dios dijese “¡ya!”.

En otra ocasión sintió que Dios le estaba hablando de apartarse y buscarle, así que ¿qué hizo? La mayoría de nosotros nos despertaríamos pronto uno o dos días ¡quizás hasta una semana! pero Mau no. Él había escuchado de Dios e iba a obedecer. Canceló toda su vida social y dejó todo a un lado por buscar más de la presencia de Dios. Salía del trabajo todos los días, apagaba el teléfono y se metía a buscar a Dios. ¡Todos los días durante meses! ¿porqué? Porque Dios habló y punto. No hace falta confirmación, no hace falta sentirlo, solo hay que obedecer.

2. Lo eterno es eterno y lo temporal es temporal.

Algo que siempre me ha encantado tanto de Mau como de Bri es que viven Mateo 6:33 con todo su ser.  Buscan primero el Reino de Dios y esperan que todo lo demás sea añadido. Tantas de nuestras excusas con el Señor se deben a que seguimos queriendo un tesoro terrenal. Seguimos queriendo aceptación, popularidad, posesiones, renombres, diplomas y se nos olvida que “el cielo y la tierra pasarán” y que “el reino es inconmovible”.

Cuando Mau sintió fuertemente el dedicar mucho tiempo a buscar a Dios, no tuvo en cuenta su vida social ni pensó: – “si no paso tiempo con mis amigos estos meses, ¿qué pasará después? ¿seguirán queriendo estar conmigo?”. ¿Porqué? Porque sabía que lo que invirtiese en lo secreto era para siempre.

De la misma manera, cuando Bri (la esposa de Mau) sintió el llamado al medio oriente (antes de conocer a Mau), Dios le preguntó “Bri ¿estás dispuesta a ir con la cabeza tapada todos los días durante el resto de tu vida?”. Bri dijo que sí al llamado de Dios ¿porqué? Porque sabe que no se trata de su comodidad temporal ni de sus temores momentáneos, sino que se trata de algo eterno.

3. Sumisión y honra

A pesar de ser un líder increíblemente fuerte y de tener una amistad tan estrecha con el Espíritu Santo, Mau sabe caminar debajo de otros líderes, servirles y honrarles. Cuando se abrieron las puertas para que fuesen a Turquía de manera indefinida, su primera respuesta fue “tenemos que hablar con el equipo pastoral de nuestra iglesia”. Nunca usa como excusa “a mí Dios me dijo tal cosa, lo voy a hacer y no me importa lo que me digan”. Sabe escuchar del Espíritu Santo y al mismo tiempo respetar las voces que Dios ha puesto en su vida.

Y ahora, con Mau y Bri mudándose a cientos de kilómetros, me encuentro preguntándome a mí misma: – Jaz ¿correrás con lo que has aprendido? ¿responderás al llamado de vivir para lo eterno? ¿responderás al llamado de obediencia sin excusas? y la verdad, es que aunque se que estoy creciendo, también se que me queda un largo recorrido por delante. Solo espero algún día poder ser el ejemplo que ellos han sido para mí y en un futuro poder escuchar la dulce voz del Padre susurrándome “Jaz, mi niña, bien hecho sierva fiel”.

Si quieres más información acerca de lo que Mau y Bri van a estar haciendo en Turquía, si sientes llamado al medio oriente o si te gustaría ser parte de su equipo entra en http://preciosasangre.org/