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SEAMOS VASOS DE PLÁSTICO

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Cuando damos nuestra vida a Cristo en respuesta a como él dio su vida por nosotros, una de nuestras primeras reacciones es “¿qué puedo hacer?”. Empezamos a pensar en cómo podemos servir en nuestras iglesias locales y cómo podemos ayudar en misiones. Comenzamos a dar de nuestro tiempo, energía y finanzas, porque queremos responder a ese amor por nosotros, y a causa de que él nos llama a ser parte de algo más grande que nuestras pequeñas vidas. ¿Recuerdas la primera vez que hiciste algo para Dios? Ese sentimiento de que Dios te usó para algo…¡es un sentimiento increíble!  El problema está cuando empezamos a comparar lo que hacemos para Jesús con lo que hacen otros. Puede que pienses: poner sillas para Dios es algo demasiado pequeño, veo que mi hermano/a tiene un grupo de hogar … eso es más grande y más importante para el Reino … ojalá yo pudiese hacer eso. Cuando nos comparamos, perdemos el enfoque del porqué hacemos lo que hacemos. Y lo peor es que perdemos el enfoque de para quién lo hacemos. 

Hace unos años estaba tirada en la cama una mañana, en el punto de semi-despierta/semi-dormida, pensando “Señor, hace tiempo que no hago algo grande para ti…no he escrito una nueva canción revolucionaria, ni he predicado a masas…aquí me tienes, ¡úsame!”. Fue entonces que vino un pensamiento a mi mente (suelo reconocer la voz de Dios cuando el pensamiento es más inteligente de lo que yo misma pensaría). Escuché que Dios me preguntó: 

- ¿cada cuanto quieres que te use?

- Todos los días - respondí yo.

- ¿Cada cuánto se utiliza una copa de vino o vaso de champán? 

- Pues en ocasiones especiales - pensé yo. 

Fue entonces que caí en cuenta, sí está bien querer hacer algo grande para Dios, de hecho él nos llama a santificarnos para poder ser usados como vasos de honra (2 Tim. 2:20-21). Sin embargo, yo no quiero ser un vaso o una copa que está en la estantería todo el año, esperando a que llegue la fecha especial en la que puede ser usada. Quiero estar disponible para él, de manera diaria. Supongo que lo que quiero decir es … quiero ser un vaso de plástico. Hay tantas oportunidades para servirlo de manera diaria, con cosas pequeñas que uno puede sentir que son insignificantes. Al fin y al cabo, la única manera de “hacer algo grande”, es siendo fiel con lo poco.

Nunca debemos olvidar que, algún día nos presentaremos delante de él con una corona para arrojar a sus pies. No se tú, pero yo quiero una gran corona para arrojar delante de él y para ello…seré un vaso de plástico. 

La boda de mi héroe

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Todos tenemos héroes en la vida, normalmente son personas que admiramos a lo lejos: deportistas, personajes bíblicos, líderes políticos o músicos. Nuestros héroes son personas que en algún momento de su vida hicieron algo que nos impresionó o vivieron de una manera que nos gustaría vivir. Personalmente, tengo el honor de que mi héroe es una de mis mejores amigas, no por algo específico que ha hecho, sino porque aunque ha sido difícil, ha escogido el camino hacia la libertad.

“Sara” (llamémosla así aunque no es su nombre real) tuvo una de las peores infancias que he escuchado. Desde los tres años recibió todo tipo de abuso y fue usada y vendida en redes de pornografía infantil. A los cinco años de edad ya tenía enfermedades de transmisión sexual y en medio de esa niñez tan caótica, todos los domingos asistía junto con su familia a una iglesia local. Aparentaban ser una familia relativamente normal, pero en privado eran una familia increíblemente disfuncional.

Aunque la historia de Sara es horrible, soy consciente de que hay muchas personas que han sufrido en la vida. Las estadísticas de niñas (y niños) abusados y violados antes de cumplir los doce años son aterradoras; no tienes que ser un experto en psicología para reconocer la enorme cantidad de gente dolida y rota que camina por el mundo. Aún así, quiero escribir un poco sobre Sara porque creo que hay gente en situaciones difíciles que pueden, al igual que yo, aprender de su vida.

Cuando conocí a Sara hace cinco años, ella acababa de salir de una institución mental en donde la sujetaban con camisa de fuerza. No obstante, su amor por la vida y su pasión por ser libre me hicieron acercarme a ella. Las dos decidimos que lucharíamos por más de Dios y por superar nuestros temores y complejos; decidimos dejar que otras personas entrasen en los lugares difíciles de nuestras vidas y nos confrontasen con amor. En varias ocasiones le dije cosas como: “Oye… me he dado cuenta de que tiendes a criticar a líderes por no prestarte atención suficiente. No sé si te has dado cuenta de esto, pero creo que no es del todo normal y no sé muy bien por qué lo haces”. Sara siempre reaccionaba de la misma manera: primero se quedaba callada unos segundos, luego se ponía a pensar y después decía algo como: “Yo tampoco sé por qué reacciono así, pero voy a hablarlo con el Señor. Gracias por decírmelo”. Unos días más tarde me enteraba de que Sara había pedido un día libre en su trabajo y se había ido con su cuaderno al parque para pasar un día entero con el Señor. No buscaba excusas ni dejaba pasar mucho tiempo, sino que luchaba por ser libre. Luchaba con el Señor y en varias ocasiones buscaba ayuda profesional, pero realmente, más allá de esto, la persona con la que más luchaba era consigo misma. Tuvo que decidir perdonar y tuvo que decidir rendir la autolástima.

Se que hay muchas personas que luchan en la vida, pero una vez más, tengo que decir que Sara es diferente. ¿Por qué? Porque hay muchas personas, y en especial muchas mujeres, que tristemente luchan por las razones incorrectas: luchan para que nadie les vuelva a hacer daño; luchan por aprender a saber en quién confiar y en quién no confiar; y luchan por ser independientes. Incluso lo espiritualizan diciendo cosas como: “Yo no necesito a nadie, solo al Señor”. Pero la realidad es que Dios nos creó para ser parte de un cuerpo y Sara es un ejemplo de cómo luchar por las razones correctas. Luchó por superar la autolástima y no usar su pasado para excusar su presente, luchó por aprender a ser transparente y vulnerable con otros; e incluso, luchó por confiar en Dios y no tener que tener todas las respuestas a sus “por qués”. Si hoy la conocieses, nunca adivinarías la vida que ha vivido, de hecho casi nadie sabe su historia. No porque le de vergüenza contarlo, sino porque no necesita contarlo a menos que Dios la guíe a hacerlo.

Decidir luchar por ser libres es una decisión difícil, porque si escogemos abrazar nuestro estado actual de trauma y dolor, y abrazar nuestro pasado como parte de nuestro presente, la gente sabrá la verdad: sabrán que nuestros padres, o hermanos, o pastores … o quien sea, son culpables por nuestro estado actual. Pero si escogemos perdonar y luchar por nuestra libertad como lo hizo Sara, la gente no sabrá la verdad y pensarán algo como: “Ah, mira que bien está Sara, seguro que su familia es perfecta y tuvo una infancia feliz”. En el caso de Sara, una señal de que realmente es libre, es el hecho de que no le importa lo que piensen los demás. No necesita defenderse, ni necesita explicar su situación. Piensen lo que piensen, ella está enamorada de Dios y es totalmente libre. Su pasado no determina su presente y no determinará su futuro.

Hace unas semanas tuve el honor de asistir a la boda de Sara, mi héroe (¿cuántas personas pueden decir que han ido a la boda de su héroe?). Pude presenciar, por primera vez en mi vida, la obra redentora de Dios en la vida de alguien desde el principio hasta el final (lloré “como una magdalena”, como decimos en España). Y esta obra, fue una obra con un final feliz. Conocí a Sara como una persona rota y atormentada y la vi casarse como una persona libre y llena de gozo, con un hombre absolutamente increíble, que superó cualquier expectativa que yo jamás hubiese tenido para ella. Además de estar totalmente enamorado de Sara, su marido está totalmente enamorado de Dios, ama con locura las naciones y las almas y viene de una familia unida y llena de amor, que ha abrazado a Sara como si fuese su hija. Verdaderamente Dios supera todas nuestras expectativas y es el experto en redención.

Primera semana de grabación

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Hace casi un año que Dios me habló sobre grabar el disco de "solo queremos amarte" – fue muy claro en cuanto a la fecha y el productor y proveyó todos los recursos para poder llevarlo a cabo. Ahora, un año más tarde, ¡aquí estamos! Cada día estaremos trabajando uno o dos temas y estaremos aquí casi tres semanas. Hoy hemos arrancado con “Seremos la generación”. Canción que escribí al volver de Cartagena, Colombia el año pasado. Durante este viaje, cada vez que arrancábamos alabando en diferentes eventos, no podía evitar visualizar a cada grupo e iglesia uniéndose a una gran multitud de personas, hasta formar una misma generación con una misma meta: su presencia y su reino. Mi pasión es que conforme cantamos esta canción: en nuestros coches, en nuestras casas y en nuestras iglesias, nos apasionemos más y más con Él y con traer Su reino a esta tierra: sí, a nuestras iglesias y a nuestras ciudades, pero más allá de eso: que traigamos Su reino a nuestras familias, a nuestros lugares de trabajo, a los hospitales, a las cárceles…que, como dice la canción, “proclamemos desde lo alto cuanto nos amas”.

El año de vivir como hijos

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Estaba pensando en el año nuevo y en cómo empezar el año, y esto me llevó a pensar en todos los “unos de enero” y en todas las metas que he hecho a lo largo de los años. Luego, me empecé a preguntar sobre cuantas de estas metas realmente cumplí. No hay nada malo con ponernos retos y metas (de hecho tengo que confesar que soy un poco adicta al deporte de hacer listas y tachar tareas completadas), el problema está que el ponernos una meta suele llevar a una de dos emociones: 1. Si me pongo una meta y la cumplo, me siento orgullosa de mí misma (orgullo = problema) pero si me pongo una meta y fracaso, me machaco a mí misma, me siento como un fracaso y me desilusiono (desilusión = problema). Entonces, ¿cómo empezamos este año? ¿Cómo podemos retarnos a nosotros mismos de tal forma que al terminar el 2015 estemos más enamorados de Cristo y más apasionados por Su reino, sin estar ni orgullosos ni desanimados?

Antes de ir a la cruz, Jesús le dio a sus discípulos la clave para la felicidad. El día antes de lo que parecería en su momento el peor día de sus vidas, Jesús, su maestro les dice “¿quieres ser feliz? Lavaos los pies unos a otros”.  El servicio es la clave a la felicidad y qué mejor manera de empezar este año sino decidiendo servir. PERO, volvemos al mismo problema: si ponemos “servir más” en nuestra lista de metas, esto o bien nos puede llevar al orgullo o al desánimo. ¿Cómo lo hacemos?

Cuando miramos la vida de Cristo, vemos que su ministerio empezó escuchando la voz de Su padre cuando éste anunció: – “este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:13-17) y esta intimidad con el Padre nunca cesó. Vez tras vez se apartaba para estar con el Padre. Incluso le dijo a todos sus discípulos que todo lo que hacía (¡TODO!) era porque veía que el Padre lo hacía y que todo lo que decía era porque el Padre lo decía. (Juan 5 y Juan 12). Luego llega al final de su vida y dice:

Sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y durante la cena, como ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el que lo entregara, Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que de Dios había salido y a Dios volvía, se levantó de la cena y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.  Luego echó agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía ceñida…” (Juan 13:1-5).

Jesús pudo servir, porque su identidad estaba en que sabía que era el Hijo de Dios. No podía sentirse orgulloso de servir – no necesitaba poner su identidad en eso – porque era Hijo y no podía machacarse por fracasar porque su identidad estaba en que era Hijo.

Ahora tú y yo somos Hijos del Dios altísimos. Él fue el primogénito entre muchos hermanos y tú y yo somos hijos y co-herederos que estamos aprendiendo a sólo hacer lo que hace nuestro Padre y a sólo decir lo que dice nuestro Padre. Así que, si la clave para la felicidad es servir y la clave para servir es vivir como hijos, propongo que en vez de hacer una larga lista de “que-haceres”, entremos en el año recordándonos a nosotros mismos “soy Hijo” y descansando en esa verdad. Cuando sabemos que somos hijos, entonces podemos “ceñirnos la toalla y lavar los pies” y cuando “lavamos pies” … ¡somos garantizados el mejor año jamás! (Juan 13:17).

Un héroe anónimo

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Hace años Dios me permitió empezar a invertir en algunas regiones con iglesias perseguidas, es una de mis pasiones poder ser parte de edificar a la novia de Cristo y ver como esta se levanta sin mancha y sin arruga en tantas naciones del mundo.

Hace varias semanas volví de uno de estos países y varios me han estado pidiendo que escriba y comparta como me fue. Tras varias semanas de estar pensando en qué escribir, he decidido contar la historia de la hermana Mai.

Mai perdió a su marido cuando su hija más pequeña tenía apenas cuatro meses, no tenía familia en la región y en estos países no hay ninguna ayuda gubernamental para mujeres viudas – de hecho ni siquiera existe trabajo para mujeres. Rápidamente se puso manos a la obra y empezó a vender sopa de fideos en la calle, al poco tiempo pudo comprar un pequeño terreno en medio de la selva. Con el paso de los años pudo comprar aun más terreno y décadas más tarde alguien vino tocando a su puerta queriendo alquilar su terreno. Poco a poco, más y más granjeros llegaron a esta región y hoy el terreno de Mai está lleno de cultivos.

Tengo que admitir que aunque sí quería ir a ver su terreno y aunque sí había escuchado buenas cosas acerca de esta mujer, nada me podría haber preparado para esta visita.

Después de estar ministrando tres días, un hermano de la iglesia vino a recogerme en su pequeño moto/taxi y nos dirigimos hacia la salida de la ciudad. Condujimos varios kilómetro hasta llegar a unos caminitos de tierra. Después de pasar varios kilómetros por estos caminos, llegamos a lo que nos indicaron como la tierra de la hermana Mai. Todavía en el taxi, condujimos kilómetros y kilómetros, pasando entre cultivos de verduras, flores y fruta hasta llegar a una pequeña casa al final del camino.

Cuando me bajé del pequeño taxi y puse mis pies sobre la tierra, automáticamente sentí la presencia de Dios. Mai – que ahora tiene 74 años – vino corriendo hacia nosotros y nos abrazó, sus ojos brillaban con su pasión por Cristo y empezó a hablar a mil por hora. Aunque sólo nos podíamos comunicar con un traductor, ella me cogió de la mano y empezó a llevarme a ver sus instalaciones. En los últimos años, había mandado construir una pequeña cocina para poder alimentar a unas doscientas personas, había puesto un pequeño tejado sobre asfalto para que un número similar se pudiese sentar en el suelo y escuchar el mensaje de Dios y había puesto unas 4 letrinas (los cuales ella insiste en limpiar durante los eventos)….no paraba de contarnos todos sus sueños e ideas para seguir construyendo.

Lo increíble de la hermana Mai es que aunque ahora es una de las mujeres más ricas de la ciudad, nos enseñaba su terreno con su camiseta agujereada y con sus manos sucias de trabajar la tierra. Con cara reluciente, nos llevó a la pequeña habitación donde duerme en el suelo mientras nos contaba todo lo que iba a hacer en su terreno: -“sólo hemos visto el comienzo de un avivamiento” – Dijo Mai – “y tenemos que tener más sitio para todos los que van a conocer a Cristo”. Mientras nos daba su guía turística, la dije “hermana Mai, ¿usted se da cuenta de lo fuerte que está la presencia de Dios aquí?” – “Sí” contestó ella “cuando tenía mis cuatro niños pequeños y sólo teníamos unos metros de este terreno, pasó por aquí una misionera buscando sitio donde quedarse. La dejé dormir aquí en mi terreno y todas las mañanas mientras estuvo aquí, se despertaba y clamaba por la tierra, pidiéndole a Dios que fuese un lugar de avivamiento”. Nos llevó al lugar donde apenas unos meses antes, casi 30 jóvenes habían dado sus vidas a Cristo tras tener visiones del cielo y del infierno. La presencia de Dios era tan fuerte en este lugar, que mi cuerpo literalmente no sabía como reaccionar, me encontré a mí misma riéndome y llorando, de pie y luego de rodillas. Verdaderamente era un lugar santo.

Dios trajo una fuerte convicción a mi vida a través de la visita a este terreno. Cuántas veces vivo preocupada por finanzas o calculando lo que me podré comprar el mes que viene y esta mujer – con su camiseta agujereada – no paraba de sonreír mientras hablaba de como “el mes que viene cuando me llegue el siguiente dinero, podemos extender esto por este lado…miles le van a conocer aquí”. Pude ver en primer plano lo que significa “buscar primeramente el reino de Dios” y ver como todo lo demás es añadido. Esta mujer supo, no sólo vivir con las manos abiertas, dando todo al Rey, sino también honrar la presencia de Dios sobre todas las cosas.

Quizás ahora duerma en el suelo, con unas pocas camisetas; quizás limpie letrinas durante los eventos evangelísticos y se ensucie las manos, pero tiene una corona mucho más grande de lo que jamás podremos ver en este lado de la eternidad. Ella ha entendido que verdaderamente todo se trata de Él. Hay un precio que merece la pena ser pagado para realmente honrar Su presencia – cuesta todo. Cuesta nuestra comodidad, cuesta nuestra energía, incluso cuesta nuestras dudas. Mai podría haberle reclamado a Dios la vida de su marido, pero en vez de ahogarse en auto-lástima, extendió su mano, soltando sus preguntas y dándolo todo al Rey. El único digno de gloria.

Dejándole ser rey de nuestro tiempo

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El otro día paré en una gasolinera con mi amigo Andy. Al entrar Andy empezó a hablar con la mujer que estaba detrás del mostrador – “¿Qué ha pasado con su nieto?” – le preguntó Andy. El rostro de la mujer cambió cuando reconoció a Andy. Se le pusieron los ojos como platos y dijo: – “¡No te lo vas a creer! Los médicos le abrieron y no han encontrado nada. Su corazón está perfecto. Ha sido un miagro del cielo ¡se que lo ha sido!”.  A continuación, la mujer salió de detrás del mostrador y empezó a enseñarnos fotos en su celular de un precioso bebé recién nacido. Andy y esta mujer terminaron su conversación, se dieron un abrazo y salimos de la gasolinera.

Una vez en el coche, Andy empezó a contarme toda la historia. Dos semanas antes, Andy había parado en esta misma gasolinera con otro amigo. Mientras pagaban por la gasolina, no pudieron evitar escuchar la conversación entre la mujer de la gasolinera con su compañera de trabajo: -“¡Que dolor de espalda tengo hoy!” – dijo esta mujer. Andy miró a su amigo y su amigo le dijo en voz baja: – “Andy, ¡no tenemos tiempo! sabes que ya llegamos tarde”. Pero Andy no pudo resistirse: -“Perdone” dijo Andy a la mujer que estaba detrás del mostrador – “somos Cristianos y hemos visto como Dios ha sanado a mucha gente en el pasado. ¿Te importaría si oramos por su espalda?”. La mujer se quedó mirándoles fijamente y dijo. “La verdad, prefiero que oréis por mi nieto. Acaba de nacer y tiene muchos problemas de corazón. Mañana le van a operar para intentar hacer un arreglo temporal, pero igualmente va a necesitar un transplante”. Los dos chicos procedieron a hacer una oración rápida y salieron de la gasolinera.

Al entrar en el coche, el amigo de Andy le dijo: – “Andy, perdóname. Por andar con prisas yo no quería parar y orar, pero esta oración no ha tardado ni cinco minutos y quien sabe lo que puede haber hecho”. A penas dos semanas después tuve el privilegio de ver la respuesta de Dios a estos tres minutos de oración. El niño quedó totalmente sano, los médicos quedaron sorprendidos y esta mujer – que todavía no conoce a Dios – estaba dándole toda la gloria a Dios y admitiendo que fue un milagro del cielo.

Tantas veces vamos con prisa y “no tenemos tiempo” para mirar a nuestro al rededor y ver donde es que Dios se está moviendo ¿Qué pasaría si cediésemos nuestras agendas y horarios? ¿Qué pasaría si diésemos sólo tres minutos al día para traer el reino de Dios a la tierra? La mayoría de nosotros, creamos tiempo en nuestras agetreadas agendas para “tener nuestro devocional” (pasando tiempo con Él por la mañana o por la noche antes de dormir) pero no somos campaces de dejar que Él sea el dueño de nuestro tiempo a lo largo del día. Muchos le damos nuestra vida, pero nos cuesta darle nuestro tiempo.

Quiero retarte a ti – y retarme a mí misma – a parar, mirar y amar a la gente a nuestro al rededor. Sin horarios, sin agendas y sin intenciones más allá que amar y traer el reino de Dios a la tierra. Al fin y al cabo, si buscamos primero su reino, todas nuestras preocupaciones y “que-haceres” serán añadidos por Él. (Mateo 6:33)

El éxito es la obediencia

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(Si no has leído la entrada anterior titulada “Rindiéndonos al amor” te lo recomiendo antes de seguir leyendo)

Muchos de nosotros – por no decir todos – somos culpables de juzgar el éxito de la gente que nos rodea basado en sus hazañas. Por ejemplo: vemos a un abogado y pensamos “es exitoso” basado en la cantidad de dinero que gana y en la cantidad de trabajo que tiene o vemos a un evangelista y juzgamos su éxito conforme a la cantidad de almas que lleva a Cristo.

En Mateo 19 tenemos la historia de un hombre que viene a Cristo preguntándole “qué tiene que hacer para entrar al reino”. Jesús, sabiendo la situación del hombre – sabiendo que era bueno y que cumplía los mandamientos – le pidió que vendiese todo y que se lo diese a los pobres. El hombre se entristeció y se fue cabizbajo, incapaz de poder hacer lo que Jesús le había pedido.

La verdad es que en los ojos de la gente de este tiempo, este hombre era extremadamente exitoso, no sólo por su situación económica y laboral, sino porque seguía los mandamientos. No obstante, no vivía 100% rendido.

En el reino de Dios todo funciona al revés. Por ejemplo: en el mundo si alguien te hace daño, tú tienes el derecho de devolvérselo y si alguien te hace mal, no tienes porque perdonarles, pero en el reino es al revés. De la misma manera, en el mundo si alguien tiene fama (¡ojo! incluso fama dentro de un contexto cristiano como “ministro”), dinero o posiciones, es considerado exitoso. Pero en el reino de Dios, el éxito es la obediencia.

Vamos a pensar en un contexto Cristiano. Cada uno tenemos los cinco panes y dos peces que Dios nos ha dado (cada uno con nuestros propios talentos y dones), y lo lógico sería pensar que somos exitosos si Dios escoge multiplicar nuestros panes y peces.  De echo suele ser como juzgamos el éxito de nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Miramos a ver si Dios les está usando y juzgamos su éxito en relación a eso.

Aunque es verdad que si habitamos en Él nuestras vidas darán fruto y que nos conocerán por nuestros frutos; Y aunque es verdad que si somos fieles con lo poco, sobre mucho nos pondrá. También es verdad, que a los ojos de Dios nuestra rendición completa a Él es éxito en el reino.

Cuando yo vengo delante de Él y pongo a su disposición mis talentos y él escoge usar los talentos de mi hermano en vez de los míos. Yo estoy siendo exitosa, porque estoy viviendo en rendición.

Nuestro trabajo diario consiste en dos cosas:
1. Dejarnos ser amados por Él.
2. Rendirnos a Él.

La primavera está llegando

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enía otra cosa en mente para el siguiente post en mi blog, pero sucedió algo hace unos días demasiado bueno para no compartir.

Hace tres días entré a una tienda con una amiga con el propósito de recibir una palabra de parte de Dios para la mujer que estaba trabajando allí. Después de dar una vuelta y mirar los artículos de la tienda, ninguna de las dos teníamos una palabra fuerte para ella, pero sentimos decirla que nos gustaba su corazón de Madre. Así que, cuando fuimos a salir de la tienda y ella nos dijo su “gracias por venir” habitual, nosotras la contestamos “antes de irnos, sólo queríamos decirte que somos creyentes y que nos encanta el corazón de madre que tienes”. De repente se le pusieron los ojos como platos y dijo:

– ¿Hacéis reiki?
– No – contestamos nosotras – preferimos movernos con el Espíritu Santo.
– ¡Ah! pues deberíais probar reiki – dijo ella – no se opone al Espíritu Santo y puede que funcionen bien juntos.
– Um…¿pues qué te parece si oramos por ti y así puedes sentir al Espíritu Santo y comparar los dos a ver que te gusta más?
– ¡Vale! – dijo ella – ¿qué tengo que hacer?

Oramos por ella y empezó a sentir el calor de Dios. Nosotras la explicamos, que cuando sientes la presencia de Dios, siempre está saturado de Su amor, porque Dios es amor. Luego la preguntamos si tenía problemas de espalda a lo que sorprendida, dijo que sí. Pudimos orar por su espalda ¡y fue totalmente sanada! Después nos preguntó:

– ¿Cómo sabíais que tenía problemas de espalda?
– Bueno – contestamos nosotras – hablamos con Dios y Él nos lo dijo.
– Ah – dijo ella – ¿podríais preguntarle como se llama mi angel de la guarda?
– Bueno, podríamos preguntárselo – dijimos nosotras – pero una vez que tienes una relación con Dios, no te importan los ángeles. Sabes que están allí, pero estás tan enamorada de Dios que no te molestas en hablar con los ángeles. Sería como hablar con un perro cuando tienes un amigo delante.
– Uff – contestó ella – yo he pensado en hablar con Dios pero me da mucho miedo.
– Sí, Dios da mucho miedo – dijimos nosotras – pero es porque es perfecto. Nosotras no podríamos hablar con Dios si no fuese por Cristo.

Luego proseguimos a explicarla como todos somos pecadores y necesitábamos un intermediario para poder acercarnos a Cristo. La dijimos que Dios tuvo que hacerse hombre para que nosotros pudiésemos conocerle.

– ¿Sabes cuál es la diferencia entre todas las religiones del mundo y el Cristianismo? – la pregunté – En todas las religiones del mundo te estás esforzando para agradar a un Dios o para cambiarte a ti mismo, y el Cristianismo es la única religión del mundo que admite que nunca podremos. Otras religiones se esfuerzan para alcanzar a alguien, pero Dios se hizo hombre y vino al mundo para alcanzarnos a nosotros.
– Wow – dijo ella – nunca lo había pensado así, pero ¡es verdad! ¿qué tengo que hacer para conocer a Cristo?

Pudimos decirla que tenía que pedir perdón por sus pecados y aceptar a Cristo como salvador. La dimos un evangelio, oramos con ella y la dimos nuestro teléfono. ¡gloria a Dios!

Quería contar esta historia, no sólo para celebrar una gran victoria y una fiesta en el cielo, sino también porque creo que es un testimonio más de que es el tiempo para España. Estamos empezando a ver los brotes verdes de la primavera. Cosas que han sido profetizadas y declaradas durante años están empezando a suceder; cosas que yo honestamente pensé que igual, si Dios era muy muy bueno, mis hijos o nietos podrían algún día ver….¡y lo estamos viendo ahora!

Tenemos el mandato de “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Puede sonar como una misión muy grande, pero no lo es. El verbo “ir” en el Griego original, no se refiere tanto a “hacer las maletas y salir a otro país” sino que es “mientras vas”. Mientras vas a clase trae el reino, mientras estás en el trabajo, mientras cenas con la familia…mientras vas a una tienda, predica el evangelio a toda criatura.  “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros á su mies” (Mateo 9:37 y 38).