Dios anhela trabajar con nosotros

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Hace unos días me escribió mi amiga Sophie para preguntarme si quería unirme con un grupo de amigas a la mañana siguiente para salir y hacer evangelismo. Lo que solemos hacer es orar y pedirle a Dios que nos guíe para hablar con las personas que él ha preparado. Le pedimos que nos diga cosas específicas sobre las personas – qué necesidades tienen, qué aspecto físico, qué ropa llevan – y las apuntamos en una lista, luego salimos a la calle en busca de las personas en nuestra lista y nos acercamos a estas personas para orar por ellas y hablarles de Cristo. Esta vez en particular, cuando me escribió Sophie, estaba metiéndome en la cama con un pequeño dolor de garganta y sin saber muy bien si me despertaría con fuerzas para salir.

A la mañana siguiente me desperté mal. Sentía que tenía fiebre, me dolía la garganta y tuve que abrazar la realidad: el resfriado que ya había tenido medio Madrid me había alcanzado. Así que, todavía en la cama y con fiebre, le escribí un mensaje a mi amiga Sophie para decirla que no iba a ir. No obstante, todavía en la cama y fiebrosa, le envíe un mensaje rápido con una pequeña lista con cosas que podían buscar cuando saliesen a la calle. Realmente tenía fiebre, no me encontraba bien y ni siquiera pasé tiempo esperando en Dios, sino que escribí lo primero que me vino a la cabeza y luego seguí durmiendo:

– Alguien con un jersey de cuello alto rojo.
– Una mujer llamada Norma
– Dolor de espalda inferior
– Necesidad de reconciliación familiar.

Unas horas más tarde, cuando ya me había levantado, Sophie me envió otro mensaje: -“encontramos a la mujer del jersey rojo, pero no encontramos a Norma ni a nadie más. Gracias igualmente por la lista”.

Yo no le di mucha importancia al hecho de que no hubiesen encontrado las cosas en mi lista. A veces al intentar oír de Dios le oímos con claridad y otras veces tomamos pasos de fe y metemos la pata, eso es parte de “salir de la barca” y aprender. En esta ocasión, no me sorprendió para nada “no haber acertado”, al fin y al cabo ¡tenía fiebre!

Esa noche – después de haber pasado más de ocho horas – me volvió a escribir Sophie. Esta vez, me escribía desde el aeropuerto, ya que estaba saliendo de viaje:

– “¡Jaz! ¡no vas a creer lo que ha pasado! ¡Estoy en el aeropuerto y he conocido a Norma! La pregunté si tenía problemas de espalda inferior, me dijo que sí, me dejó orar por ella y fue totalmente sanada. Luego la pregunté si necesitaba restauración en su familia y también me dijo que sí, lloró mientras me habló sobre ello y pudimos orar juntas. ¡Gracias por enviarme la lista!”

Es increíble cuanto ama Dios a la gente. Les ama tanto que usará hasta un burro para hablarles…en esta ocasión, a alguien en la cama con fiebre. No sólo usó a alguien que estaba fiebrosa y enferma, sino que él sabía que horas y horas más tarde coincidiría Sophie en el aeropuerto con Norma y que “la fiebrosa” estaría en contacto con Sophie a lo largo de la mañana….¡increíble! Creo que a veces nuestra mente y nuestras fuerzas se meten en medio de nuestra habilidad de realmente escucharle con claridad. En esta ocasión mi mente no se pudo interponer porque no tenía la habidas para hacerlo. Muchas veces Intentamos discernir si estamos oyendo de Él o no y discutimos con nuestra mente (¿o seré yo la única que lo hace?) en vez de simplemente tomar el paso de fe. En este caso, el hecho de estar enferma me hizo no pensar y simplemente enviar un mensaje rápido y Dios, en su misericordia y soberanía lo usó para tocar a alguien de quien está locamente enamorado.