Llevo un tiempo pensando en la siembra y la cosecha. Dios nos dio el ejemplo de que el reino funciona así: algunos siembran, otros riegan, otros cosechan, pero Dios es el que da crecimiento.
Lo que he estado pensando durante los últimos meses es lo siguiente: necesitamos tener la cosecha en mente. El saber que viene una cosecha, es lo que al fin y al cabo, nos lleva a sembrar y a regar, pero a veces glorificamos y alabamos la cosecha e ignoramos el hecho de que para que hubiese una cosecha, alguien tuvo que sembrar y regar. El olvidarnos de celebrar la siembra es lo que muchas veces nos lleva a cansarnos.
Ayer por la noche, una de mis compañeras de casa vino a preguntarme sobre mi horario de hoy, ya que quería coordinar quien iba a usar el baño y cuando (somos cuatro chicas compartiendo un baño). Yo me ofrecí para entrar al baño a las 7:30 de la mañana. Automáticamente puso cara de preocupación y dijo “um….esto significa que yo me tendré que despertar a las 6:30…”, rápidamente cambié mi plan y la dije “no, si quieres yo me despierto a las 6:30 y tú puedes entrar en el baño a las 7:30″ (otra de las chicas ya había pedido usar el baño en la franja intermedia de las 7). Ella lo agradeció y se fue a su cuarto. Mi primer pensamiento (siendo honesta) fue “uff, que pronto me voy a tener que levantar”, mi segundo pensamiento fue “¡wow! ¡estoy sembrando en mí misma al despertarme tan pronto! estoy sembrando el poder servir a mi compañera de piso dejándola dormir una hora más, estoy sembrando al desarrollar paciencia y estoy sembrando al renovar mi mente y recordarme a mí misma de que mi vida se trata de Su reino y no de mi comodidad”
El meditar en la manera en la que glorificamos la cosecha (y ojo, no estoy diciendo que no debamos glorificar la cosecha, El Padre, Hijo y todos los ángeles mismos celebran la cosecha desde el cielo y yo también quiero celebrar con ellos) me ha llevado a preguntarme a mí misma: ¿Cómo sería mi vida si diariamente celebrase cada vez que siembro y riego como si estuviese cosechando?
¿Te imaginas si celebrases después de hablarle a alguien de Cristo de la misma manera que celebras cuando alguien le da su vida a Él? ¿o te imaginas celebrar cada vez que tienes la oportunidad de sembrar y regar en ti mismo? Creo que hay mucha más celebración en el cielo de lo que nos imaginamos. Creo que Dios celebra cada vez que escogemos amar, cada vez que compartimos nuestra fe (y no sólo cuando alguien hace “una oración de salvación”), cuando contestamos bien a alguien, cuando escogemos honrar a alguien, cuando oramos por alguien (aunque no veamos el fruto inmediato de nuestra oración). Al fin y al cabo, Él está sentado en lugares celestiales, fuera del tiempo y del espacio. Él es el principio y Él es el final y ve la consecuencia de cada una de nuestras acciones. ¿Y nosotros? Nosotros estamos sentados en lugares celestiales y tenemos la invitación de ver como Él ve y celebrar como Él celebra (Efesios 2:6).